lunes, 21 de mayo de 2012

LA UNIVERSIDAD CENTRO COMERCIAL


"¡El paco promedio no tiene cuarto medio!". Este es uno de los gritos de guerra de los batallones estudiantiles en su lucha contra el "Estado Policial". Premunidos de celulares de última generación, estos valientes guerreros graban en HD las "corridas" a los carabineros, quienes supongo deben hervir de rabia mientras la juventud idealista y educada les escupe su insano odio de clase.

El clasismo sigue siendo el cáncer de Chile. Incluso quienes avanzan sin tranzar en la construcción de "una sociedad justa e igualitaria" padecen esta enfermedad genética. ¿Qué más se le puede pedir al resto?

Por eso no sorprenden las opiniones del viajado arquitecto Cristián Boza respecto a sus rudimentarios alumnos C2-C3. Lo que a pocos choquea, sin embargo, son los conmovedores intentos por justificar sus divagaciones. "No es la forma, pero tiene razón", "dijo lo que muchos callan", "eso pasa cuando
se abre la universidad a cualquiera"; citas textuales y clasistas al chancho extraídas de las redes sociales.

Incluso ondean la bandera de la "libertad de cátedra" para demostrar que el señor Boza es casi un perseguido político. "Los profesores pueden opinar lo que quieran", argumentan; discriminar estudiantes según su origen social oficio de los padres o falta de pelo sería un derecho humano inherente a la docencia. El problema de fondo, dicen, es que una universidad con fines de lucro trata a sus alumnos como clientes y a los clientes no les gusta que sus empleados los insulten. Prefiero no meterme en ese peliagudo asunto; si quisiera comentar un detallito que también asomó estos últimos días, a propósito de la cruzada del Sernac a favor de la gratuidad de los estacionamientos de malls y otros proveedores de servicios.

Resulta que muchas universidades "sin fines de lucros" ni se arrugan al comportarse como el más rasca centro comercial al adaptar su infraestructura para esquilmar a una clientela cautiva. El campus San Joaquín, por ejemplo, es hoy un gigantesco aparcadero al aire libre que cobra $800 la hora; como cualquier estudiante de la UC, se sabe que una jornada académica promedio bien puede extenderse durante ocho horas diarias. ¿Quién paga? Como siempre, los pobres padres de los clientes-estudiantes.

Hay que caminar pisando huevos cuando hablamos de lucro. Las administraciones del Consejo de Rectores 
no solo han diseñado el sistema de educación superior más caro de occidente (y les han traspasado impunemente sus costos a los propios estudiantes). Sin que nadie proteste ni marche, también han montado en torno a sus aulas una serie de lindos negociados; estacionamientos, clinicas ABC1 o centros de investigación y certificación al servicio de la empresa. Y, por sobre todo, lucrativos postgrados y diplomados donde no se les hace asco a esa gente poco sofisticada que proviene de las cochinas universidades  privadas.

En el inicio de la temporada de marchas, sería bueno entonces reflexionar sobre quién diablos es el verdadero enemigo; si algo debe quedar claro es que no son los carabineros ni sus hijos. 




#LASCOSASCOMOSON

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